Llego el verano y nos entran las prisas. Cuando llega el buen tiempo, todos queremos lucir un buen aspecto, un físico atractivo debajo del bañador. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones –si no hemos cuidado nuestra alimentación durante el resto del año- no nos sentimos a gusto con nuestro cuerpo, puesto que tenemos kilos de más. Justo en esta época –entre los meses de abril y junio, principalmente- empezamos a querer solucionar el problema de forma rápida. Por si fuera poco, cuando llega el verano los medios de comunicación nos empiezan a “saturar” la cabeza con productos adelgazantes y dietas milagrosas.

Del mismo modo, si indagamos un poquito por Internet encontraremos decenas de artículos que también corroboran esto. Métodos con los que nos garantizan que lograremos bajar los kilos que nos sobran en cuestión de unas pocas semanas. Por si no fuera suficiente, lo hacen manifestando que esta forma de adelgazamiento es totalmente compatible con tener buena salud.

Quien conoce un poco sobre nutrición, dieta y salud, sabe que esto no es cierto. Las dietas milagrosas y los productos adelgazantes terminan siempre siendo un fracaso. Ya sea al cabo de unos días, de unas semanas o de unos meses, quienes desarrollan estos hábitos alimenticios terminan fallando. En este post, vamos a repasar cuáles son los riesgos de llevar a cabo una dieta de adelgazamiento de este tipo. Antes de ello, recordaros que antes de someteros a cualquier tipo de dieta es conveniente que consultéis a un nutricionista y a vuestro médico de familia.

Los riesgos de las dietas milagrosas

A continuación, los cuatro peligros de las dietas milagrosas  estrictas y sin control médico:

  1. Perjudican a nuestro metabolismo: nuestro organismo necesita una cantidad de calorías mínimas para poder llevar a cabo sus funciones vitales. Por ejemplo, un adulto promedio debe consumir en torno a 1500 calorías diarias solo para las funciones básicas de su cuerpo. A este gasto se le denomina metabolismo basal e incluye actividades como respirar, hacer la digestión, dormir y demás. Si nuestra alimentación fuese tan estricta que ni siquiera aportara las calorías necesarias para cubrir el gasto basal de nuestro organismo, se produciría una desestabilización de nuestro metabolismo muy severa. Nuestro cuerpo es capaz de adaptarse a situaciones como estas en cierto modo. En este caso, lo que haría sería ralentizar el gasto metabólico para adaptarse al nuevo aparte calórico. Sin embargo, esto es contraproducente. A nuestro cuerpo le costará mucho más volver a subir el ritmo del metabolismo cuando le aportemos las mismas calorías que antes de la dieta. Dicho de otro modo, cuando volvamos a comer la misma cantidad que antes de la dieta el cuerpo  gastara menos energía en reposo. En definitiva, empezaríamos a subir de peso, ya que estaremos comiendo por encima de nuestro requerimiento calórico. Además, en el futuro nos costaría más volver a bajar de peso.
  1. Deficiencia nutricional: cuando sometemos a nuestro organismo a restricciones tan severas en la alimentación, este no obtiene los nutrientes necesarios. Las dietas milagro se caracterizan por limitar en exceso la ingesta de hidratos de carbono. Los carbohidratos son los macronutrientes que nos aportan la mayor parte de la energía. Esto causa efectos secundarios como el cansancio prolongado, los vómitos, los mareos, los dolores de cabeza y la imposibilidad de conciliar bien el sueño.
  2. Apetito constante: llevar durante semanas una dieta estricta es un auténtico desafío físico y mental por la sensación prolongada de hambre. Desde el punto de vista físico, las dietas milagro pueden provocar un gran daño a nuestro organismo, en especial, a nuestro sistema cardiovascular. Por otra parte, representan un desafío muy grande para nuestra mente. El hecho de estar a todas horas, todos los días, durante semanas pasando hambre, provoca que estemos siempre de mal humor, irritados e, incluso, que entremos en depresión. Por si fuera poco, esto facilita que cometamos un atracón consecuencias catastróficas para el cuerpo, sobre todo, por el temido efecto rebote.
  3. Perdida de la musculatura: las dietas milagrosas, como ya hemos comentado, no aportar los nutrientes suficientes. Las proteínas junto con los carbohidratos son las mayores damnificadas. Las proteínas son los macronutrientes que se encargan de reparar y hacer crecer nuestros músculos. Por tanto, si se produce un déficit de estas, nuestro organismo no podrá seguir manteniendo su masa muscular. Esto conlleva la pérdida de fuerza y elasticidad, así como un peor aspecto físico (cuerpo fofo) y mayor facilidad pagar subir de peso (los músculos queman la mayor parte de las calorías)

Entonces, ¿Qué se debe hacer?

En primer lugar, cambiar nuestra forma de pensar. Es un error pensar que debemos estar en forma solamente para lucir un buen físico. En su lugar, lo que hay que hacer es cuidarse en busca de una buena salud. Cuidar nuestra alimentación no debe ser un objetivo, sino un estilo de vida.

Del mismo modo, hay que desterrar la idea de que es posible adelgazar muchos kilos en poco tiempo sin perjudicar a nuestro cuerpo. Es imposible. En segundo lugar, hay que aprender a comer y a cuidar nuestro cuerpo. Mantener una dieta sana que nos aporte las suficientes calorías y macronutrientes durante todo el año. Por último, descansar lo suficiente. Está demostrado que las personas que no duermen las horas necesarias tienen muchas más probabilidades de subir de peso y sufrir problemas relacionados con la salud mental.